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Si te certificaste como coach y estás comprometido con vivir de esta apasionante profesión, es muy probable que, en algún momento, te hayas sentido frustrado. Esa sensación de haber invertido tiempo y dinero en cursos, talleres o programas que prometían revolucionar tu práctica y llenarte de clientes, solo para descubrir que, al final, las cosas seguían igual (o peor, por la inversión que hiciste y no sirvió).

El liderazgo es un pilar fundamental en cualquier empresa u organización y para desarrollarlo existen muchas propuestas. Sin embargo, no todos tienen la capacidad para brindar conversaciones necesarias y generar un impacto significativo en sus clientes.

Cada vez hay más coaches certificados. Según el Estudio Global de Coaching 2023 de la Federación Internacional de Coaching (ICF), hay un 54% más respecto a 2019. Sin embargo, la gran mayoría no logra dar el salto y “entrar a la cancha”, es decir, ejercer como profesional.

Del 100% de los coaches que se certifican, alrededor del 80% deja la profesión entre dos y tres años después de graduarse. Este alto porcentaje refleja una problemática en común: la dificultad para construir una trayectoria sostenible, rentable y en bienestar.

Muchos coaches recién certificados invierten en más cursos, postítulos y formación continua, pensando que esa es la clave del éxito. Pero, aunque el aprendizaje siempre es bienvenido, ¿es realmente la mejor estrategia para vivir como coach?